Continuando hacia el final de este pensamiento que hemos fragmentado en tres partes, hoy nos toca el cierre. Deseamos darle valor a la comunión que todos podemos experimentar en la congregación local, la cual es casa y familia.
La comunión hace que la la vida de Dios fluya verdaderamente desde nuestro interior por causa de ese amor desbordante que solo en él podemos hallar, disfrutar y dispensar. Todo lo que Dios pensó y determinó para nosotros su Iglesia, se cumplirá, pero desde Su Amor.
Jamas tendremos autoridad e influencia sobre aquello que no amamos. ¡Sin amor nada somos!
La comunión hace que hagamos mas importante el “quienes somos», que el “que hacemos”. Solo por la gracia de Dios podemos velar constantemente y a cuidar nuestra integridad, la cual siempre estará basada en aquello que SOMOS POR GRACIA, y no tan solo en aquello que hacemos por gracia. De ninguna manera se menosprecia el hacer, sino que solo procuramos dejar establecido el orden correcto, ya que si desconocemos quienes somos, careceremos de identidad en la misión que se nos confía.
Solo por gracia podremos disfrutar la verdadera comunión, la cual no implica ausencia de diferencias, sino ausencia de pecado (ausencia de mis propósitos, deseos y voluntad). Muchas veces se pensó que la comunión se podía dar cuando las diferencias eran suprimidas de nuestros encuentros, reuniones o ámbitos; sin embargo, nos damos cuenta que las diferencias de formas y expresión podrán variar, pero lo que nunca podrá variar es el deseo profundo de agradar a Dios. Por lo tanto decimos que la comunión es el disfrute pleno del espíritu de reconciliación que opera en nosotros. La reconciliación lo que ha hecho es ELIMINAR EL PECADO -todo lo nuestro; todo lo que no es Cristo en nosotros-.
Avancemos a una vida de perfecta comunión y verdadera reconciliación. Solo de esta manera nos aseguraremos disfrute y un ámbito saturado de Cristo.
Salmo 133 NVI «¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! 2 Es como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba, por la barba de Aarón, hasta el borde de sus vestiduras. 3 Es como el rocío de Hermón que va descendiendo sobre los montes de Sión.
Donde se da esta armonía, el Señor concede bendición y vida eterna.»
Tres puntos importantes para cerrar:
- La congregación local es una FAMILIA que CONVIVE EN ARMONIA.
Cada congregación local es una casa; y una casa no es un hogar si nadie lo habita. Necesitamos hacer de nuestra congregación local una casa para convivir en armonía. Es en familia que se practica y se vuelve tangible la comunión que tenemos con el Padre. Ser familia es tener armonía, y la armonía no es ausencia de diferencia, sino ausencia de pecado; en donde cada uno trabajará para menguar cada día.
- La congregación local es una FAMILIA SACERDOTAL.
«Es como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba, por la barba de Aarón…” El aceite que se menciona, no es el aceite para cocinar, sino que habla del ungüento que se utilizaba para apartar y ungir reyes y sacerdotes; esto significa que todos estaremos en armonía si reconocemos la labor sacerdotal de nuestro prójimo. La armonía se da cuando todos los que estamos presentes sabemos que hemos venido para servir y no para ser servidos. La armonía es perfecta cuando todos ponemos al servicio de los demás lo que Dios nos dio, por tal motivo habitamos y no hacemos uso de las ausencias que para nada edifican.
La comunión nos da conciencia de consagración: apartados y exclusivos del Señor.
3. La congregación local es una FAMILIA que BENDICE LA CIUDAD.
“Como el rocío de hermón que va descendiendo sobre los montes de Sión…” La particularidad de esta geografía es que si pasas una noche en los montes de Sión, amaneces empapado por el rocío, pero ese rocío no se queda allí, sino que desciende hasta mojar y traer frescura al suelo árido y seco de la región de Judea.
Todo lo que recibimos por gracia, no puede morir en nosotros. Nosotros somos esa ciudad, que podemos experimentar la realidad de su frescura para llevara a los lugares mas secos, áridos y hostiles.
La gracia abunda para que desde la comunión perfecta que tenemos en Cristo, podamos ser la frescura y la vida eterna que necesitan los lugares sin vida.
La comunión no es un juego, ni una opción. La comunión es la vida de la Iglesia, la cual le permite a Dios vertirse en el mundo.
Comunión es participar de él, de su naturaleza y propósito, volviéndonos colaboradores fieles por Gracia, porque lo que él nos da, solo desciende por causa de estar en el lugar correcto: en él.
“Donde se da esta Armonía, allí hay bendición y vida eterna…”
Oro para que estas lineas compartidas, edifiquen y bendigan tu vida y familia.
Con amor, tu servidor Julián.