El evangelio es mucho más que un credo; más que una frase que podamos aprender, y mucho más que las reuniones que podamos tener en comunidad (aunque lo incluye). El evangelio es vida que emana de la Cruz.
Sin cruz no hay evangelio. El evangelio nos dio la ventura de haber pasado de muerte a vida. Jesús murió una muerte que nosotros no podíamos morir, para que vivamos una vida que no podíamos vivir.
No obstante, la cruz y el sacrificio de Jesús en ella, no solo es sustitutivo, sino representativo. Esto significa que Él no solo murió por nosotros, sino que nosotros juntamente con el hemos muerto en aquella cruz. La base de nuestra fe es que fuimos crucificados juntamente con Cristo, sepultados juntamente con él y resucitados en él.
Allí, en aquella cruz, perdimos nuestra individualidad; pasamos de ser individuos a maravillosos miembros de Un Cuerpo (ahora dependemos de aquel quien es cabeza).
En la cruz perdimos nuestros deseos, propósitos y voluntades. En Efesios capítulo 2 describe nuestra historia clínica, quienes estando muertos, teníamos un “tipo de conducción” personal. Así viven los que permanecen muertos en su espíritu: en sus propósitos, en sus deseos y en su propia voluntad (recomiendo leer efesios 2). Muchos son los que viven así; que a pesar de tener ciertos conocimientos del evangelio, aun permanecen en sus propios deseos, intereses y ambiciones personales.
Quiero compartir 4 pensamientos:
- Honramos la cruz cuando nos negamos a nosotros mismos.
“…oh yo siempre amaré esa cruz, que en sus triunfos mi gloria será…”
Creo que es una de las canciones mas hermosas (himnos de Sion), entre muchas otras, —está en mi “top ten”—. Sin dudas contiene un peso altísimo de verdad y realidad. Sin embargo, las palabras de esta canción merodeaban en mi mente y en mi lengua hace un tiempo atrás; la repetía sin cesar. Entonces pensé: sin dudas todos amamos esa cruz, pero ¿existirá algo que mida ese amor? ¿Cómo puedo saber si en verdad estoy amando esa cruz?
Inmediatamente en mi espíritu resonó una respuesta clara: “La Cruz se ama cuando se la honra…”. No tengo dudas que fue el Espíritu Santo quien me ayudo a encontrar la “punta del hilo”, para comenzar a tener un pequeño entendimiento de aquel amor que la cruz se lleva de nuestra parte.
La canción seguía sonando en mí, pero ahora con la respuesta: “oh yo siempre honraré esa cruz…”
Quien no honra, deshonra y/o soborna. Utilizamos el soborno para sacar solo el beneficio que necesito —beneficios personales—, a cambio de algo que yo pueda hacer, pensando en algún tipo de merecimiento por causa de creernos con derecho por alguna tarea que realizamos para el Reino.
Muchos caen en el pecado de Acán. Este pecado consiste en creernos que por haber peleado tanto, merecemos algo personal. Ustedes podrán recordar la historia en Josue 7.
Faltamos a la honra cuando reconocemos los caminos de Dios, pero nos permitimos algún retoque personal para que personalmente podamos recibir algún beneficio o dádiva según nuestros propios deseos.
El soborno es la licencia que nos tomamos para pervertir un camino justo, y así, sacar un beneficio personal. Todo se pervierte cuando se busca un beneficio aislado y personal, según aquello que hoy estamos necesitando o deseando vivir.
La búsqueda de lo personal —aunque lo camuflemos y lo neguemos— hace que la justicia de Dios sea violentada y la cruz sobornada.
La falta de honra es la falta de peso y valor. Si la cruz no pesa en nuestro hombros, jamás sabremos ni conoceremos las intenciones de Dios. Nuestra tarea es tomar esa cruz. Recordemos que la muerte de Jesús en la cruz, no solo fue sustitutiva sino representativa; allí también estuvimos con él.
Lucas 9:23 RV60 «Y decía a todos: Si alguno quierevenir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.»
Cargar la cruz es honrarla. Cargar la cruz es aceptar la justicia de Dios, que es su perfecta voluntad y beneplácito. Cargar la cruz es negarnos todos los días a nosotros mismos; negarnos a los mínimos beneficios y también a los “beneficios colaterales”.
Los beneficios colaterales son aquellos beneficios que caen sobre mi de manera indirecta; por ejemplo cuando deseamos que los demás nos vean como sufridos, como víctima de ciertas situaciones (aprovechando situaciones reales, sustraemos atención).
Quien carga la cruz jamás se victimiza en medio de las circunstancias, porque siempre será una ofrenda agradable y aceptable a Dios.
Quien se victimiza en las diversas situaciones, siempre será víctima y quien es víctima jamás podrá ser una ofrenda.
La víctima: es aquella persona que por algún tipo de presión —puede ser culpa, vergüenza, o quizás la presión del entorno [si todos lo hacen yo también]— es impulsado a ofrecerse.
La ofrenda: es aquel que se entrega por amor.
Efesios 5:2 RV60 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Honramos la cruz cuando dejamos de ser víctimas y nos volvemos una ofrenda.
No hay nada que la cruz pueda darnos hoy en día… ya todo fue dispensado en la vida de aquel que resucitó. La prosperidad esta en la vida del hijo. Sin embargos hay quienes buscan la prosperidad mediante sobornos, torciendo suavemente los caminos del Señor, haciendo atajos o inventando caminos paralelos que aparentemente van hacia la “misma dirección”, pero bajo un orden personal.
La pregunta que me hacía es: ¿verdaderamente honramos el sacrificio de Jesús? ¿O solo intentamos vivir una vida que recuerda la cruz pero todavía sujeta a pasiones y deseos personales?
- No buscamos señales… nuestra única razón de vivir es para Su Propósito.
¿Por qué no buscamos señales? Porque ellas seguirán a los que creen. Creer en el Señor, es aceptar su gobierno; por lo tanto “dime lo que te gobierna y te diré lo que te seguirá…”
Las señales te alcanzan, pero el cumplimiento del propósito es lo que debemos alcanzar nosotros, bajo el gobierno del Espíritu Santo. Sin embargo muchos se pierden en las señales y olvidan el propósito del Espíritu Santo en nosotros.
Hechos 1:8 RV60 “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
El Espíritu Santo no es una influencia, ni una experiencia, ni mucho menos una sensación… el hablar en lenguas puede ser una señal (como tantas otras señales), pero aquí Jesús no habla de las señales (como si lo habla el profeta Joel). Él aquí habla del propósito del Espíritu Santo: él tiene el propósito de darnos poder para ser testigos.
La palabra “testigo” (en griego “martur”) significa mártir: uno que esta dispuesto a perder su vida por lo que cree.
El testigo es el que habla de lo que ha visto y oído. Los apóstoles decían: “no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído…”; en cambio un falso testigo es el que habla de lo que nunca vio ni vivió.
Podemos recordar a Pablo frente al profeta Agabo: “estoy dispuesto no solo a sufrir, sino también a perder mi vida..” Esta era la vida de una Iglesia apostólica… no tenían solo apóstoles, ellos estaban llenos del Espíritu Santo y eso significa que vivían para obedecer.
- Obedecemos para que Dios sea visto.
La obediencia ha sido romantizada, porque creemos que a nosotros nos ira bien si obedecemos… y ¡la verdad que no! Porque cuando obedecemos algo de nosotros muere; pero al que le va bien es al Señor. Porque en la medida que obedecemos, nosotros menguamos, morimos, desaparecemos, para que él crezca y sea visto mediante nuestra obediencia: ¡eso es ser luz!
El que obedece es como una luz en lo mas alto de la ciudad, vivimos para mostrar a todos como se obedece a Dios.
El libro de hebreos expresa que Jesús aprendió obediencia mediante el sufrimiento… ¿Por qué obedecer y sufrimiento van de la mano? Porque obedecer no te costará algo, sino que te costará todo.
Obedecemos para desaparecer, y a la vez para que Cristo, nuestra vida, se manifieste desde nosotros y en medio de nosotros. Obedecemos para que Dios sea visto.
Obedecemos para que el evangelio progrese y avance:
Filipenses 1:12 RV60 “Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio”
La expansión del evangelio no está determinada por las actividades o por esa marcha o ritmo visible… la esencia determina la expansión y no lo que sucede afuera.
- La verdadera libertad nos devolvió la identidad integral.
Cuando la identidad esta afirmada —quienes somos, de donde venimos, a donde vamos y que fue lo que se nos confió— y la palabra se arraiga en nuestros corazones, es imposible detenerse.
Juan 13: 3-5 RV60 “sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.”
Necesitamos mas apasionada por la toalla que por el manto.
Hoy Dios nos invita a romper nuestras comodidades… “levantarnos de la cena”.
¿Quien rompe con la comodidad? Solo aquel que sabe de donde vino, a donde va y que fue lo que se le confió…
Antes de querer servir a quienes no conocemos, sirvamos a quienes conocemos. Sirvamos a los que nos rodean, porque esa es la evidencia de haber sido ¡verdaderamente LIBRES!
Gálatas 5:13-14 NTV “Pues ustedes, mis hermanos, han sido llamados a vivir en libertad; pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. 14 Al contrario, usen la libertad para servirse unos a otros por amor. Pues toda la ley puede resumirse en un solo mandato: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».”
1º Pedro 4:10-11 RV60 “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Es verdad que no se puede dar lo que uno no tiene… pero tampoco se puede dar lo que “si tengo” pero aun desconozco que lo tengo.
1º Corintios 2:12 RV60 “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.”
OREMOS JUNTOS:
- Oremos para que el propósito eterno sea entendido y comprendido en toda su plenitud.
- Oremos para que el Espíritu Santo nos continue alumbrando y podamos ver la razón de nuestra existencia.
- Oremos por una generación verdaderamente libre: una generación que ame servir bajo el gobierno del Espíritu Santo.