Oramos para ver: la oración es una fuente de visión.
Cada vez que dedicamos tiempo exclusivo a la oración y persistimos en ella, la visión espiritual deja de ser un imposible para ser nuestra realidad de vida.
Las palabras que oímos del Señor, generan en nosotros —sin lugar a dudas— una visión.
Muchas veces se pensó y creyó que las visiones espirituales le pertenecían a “personas especiales”; sin embargo nos damos cuenta que la visión del espíritu tiene raíz en las palabras que oímos. Si es nuestro Señor quién nos habla, siempre tendremos claridad; sencillamente porque sus palabras siempre generan visión.
Habacuc 2:1- 2 RV60 «Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja. Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella…”
En estos pasajes resaltan cuatro palabras importantes:
- Estaré
- Velaré
- Ver
- Dirá
“Estar” habla de permanecer, de persistir en la torre de vigilancia para estar atento.
La atención es demandante para alguien que desea ejecutar la voluntad de Dios.
Habacuc necesitaba estar velando. Nos indica una decisión a no distraerse y a persistir para poder no solo oír a Dios, sino tener una detallada comprensión de lo que Dios deseaba hacer.
Las ordenes fueron creadas en primer lugar para oírlas, luego para entenderlas y por ultimo obedecerlas.
¿Cómo puedo obedecer con exactitud si no pongo atención a lo que se me está comunicando? La atención es primordial en la vida de aquellos que viven para agradar a Dios.
Esta es la razón por la cual Habacuc decidió permanecer: PARA VER, todo lo que se DIRÍA.
Naturalmente las palabras que se hablan, tienen el destino de ser oídas, sencillamente porque tienen sonidos. Sin embargo en la realidad divina, las palabras que salen de la boca de Dios tienen el poder de generar una visión.
Todo lo que Dios habla genera en nosotros una visión clara y nítida. Esta es la razón por la cual Dios le pide a Habacuc que escriba la visión de aquello que escucharía.
¿Cómo se que Dios me habla? Porque sus palabras se volvieron en nuestro interior una clara visión, la cual soy capaz de escribirla y describirla. Cuando Dios habla, no hay sombra de dudas, si es que en sus palabras estamos concentrados y atentos.
Nunca divorciemos la palabra y la visión. Somos una Iglesia que no solo oye a Su Señor, sino que puede ver y entender todo lo que él está hablando.
Oramos para No Consentir.
Cuando concedemos tiempo y espacio a otras voces, terminamos uniéndonos a todo tipo de sensaciones ajenas al sentir de Dios.
1 Samuel 15:22-23 RV60 “… Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros… Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.”
Hemos creído que el mayor sacrificio es “dar cosas al Señor”, pero según Dios, no hay mayor sacrificio que obedecer y poner atención a sus palabras. No dice que los sacrificios están anulados, sino por el contrario, habla de que hay “algo mejor”.
No es malo sacrificarse por algo, solo que se vuelve nulo cuando “ese sacrificio” no responde a lo que Dios pide.
Desechar una palabra, no tiene que ver con estar ausente y no oírla, sino mas bien en no colocar atención (ser tardos para oír). Es imposible obedecer si no se coloca atención. De lo contrario será obediencia a medias, y la obediencia a medias es desobediencia.
A continuación Saul nos relata el porque no oyó a Dios:
1 Samuel 15:24 RV60 «Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado».
Somos el fruto de la voz que oímos. Saul reconoce que su falta tuvo como origen CONSENTIR con la voz del pueblo. Cuando consentimos, en otras palabras, lo que hacemos es colocar atención.
La palabra “consentir” (en hebreo SHAMÁ) significa: oír inteligentemente, poner atención y obediencia.
Su significado etimológico es: permitir, conceder, unirme a sensaciones y a otros sentidos. Lo contrario sería disentir.
La vida de oración nos conduce a disentir con el mundo para consentir con Dios. Entonces decimos que oramos para NO CONSENTIR CON EL MUNDO.
La oración nos libra del sentir de este mundo; un sentir centrado en el hombre y en sus placeres mas diversos.
Oramos para vivir en un mismo sentir. Oramos para impedir que el sentir de este mundo perfore nuestras vidas y de esta manera corresponder a Dios con nuestra obediencia. Cuando oramos capturamos los detalles divinos para una exacta gestión.
3 comentarios
Gloria a Dios por esta palabra!
Dios afirmando una vez más lo que a Él verdaderamente le agrada y espera de nosotros!!
Así es! un placer enorme compartir estas lineas con ustedes!
Gracias Maribel! Avanzamos juntos!