Creo que no hay nada mas fastidioso que intentar avanzar y/o crecer en algún área, mientras que a la misma vez nos damos cuenta que no podemos hacerlo o estamos impedido de ello.
La mayoría sabe que me gusta muchísimo correr. Hace unos años Dios me llevó a encontrarme con esta disciplina que me trajo orden, salud y por sobretodo la maximización del tiempo, ya que uno sale a correr en los “huecos” que uno provoca en el día, como resultado de administrar correctamente el tiempo.
Empezar a correr, es también empezar una batalla contra aquellas resistencias que impiden el buen y correcto desempeño de dicha actividad.
La primer resistencia que encontré fue la ropa. Utilizaba ropa inadecuada para correr. Quizás alguno recuerde los pantalones de jogging largos con frisa en el interior, sumado a esto una remera larga y zapatillas poco cómodas. Luego encontré que tenía malas posturas, mala pisada, sumándose esto una pésima nutrición y por ende un sobrepeso con un numero demasiado abultado para mi cuerpo. Todo esto, y muchas otras cosas, se volvían resistencias que me impedían desarrollar esta actividad física que tanto estaba comenzando a amar.
Ahora bien, usted me dirá: “bueno, esa es la causa por la que decidiste empezar a hacer ejercicio…” y yo le responderé que si, como también le puedo decir que muchas personas son las que hacen ejercicios y conviven por el resto de sus vidas con estas resistencias, haciendo que el ejercicio se vuelva una amenaza de lesión y en el peor de los casos, un riesgo alto y peligroso para la salud.
Lo diré en pocas palabras: solamente corriendo no elimine las resistencias, sino que tuve que someterme a una vida de disciplina, en donde la obediencia a la voz de mi entrenador y nutricionista, no eran una opción si deseaba eliminar estas resistencias.
La disciplina te lleva a vivir una vida imperativa, en donde lo que oyes, no lo oyes como una propuesta que manejaras según tu parecer, sino que esa voz se vuelve aquello que te domina y gobierna.
La disciplina tiene la protocolar expresión de eliminar cosas antes de colocar otras. El “envase” primero debe ser vaciado de resistencias, para luego ser lleno de hábitos que colaborarán en el avance y el progreso integral.
No hay nada mas hermoso que vivir bajo sujeción. Una persona sujeta y obediente, es aquella persona que disfrutará lo que obedece, aunque en el momento el proceso le parezca doloroso. Sin embargo, todo lo contrario sucede con aquella persona que decide obedecer sin sujeción (porque no le queda otra). Estas personas tienen la particularidad de abandonar los procesos de formación y disciplina.
Si en estos procesos de formación y disciplina carecemos de obediencia y sujeción, las resistencias serán cada vez mas resistentes, valga la redundancia, y el transcurrir de los años nos volverán personas insensibles al corazón de Dios.
Ahora bien, observe usted estos significados de obediencia y sujeción. Espero que arroje mayor claridad y un profundo entendimiento:
Obediencia: Someterme a la voz que oigo y caminar bajo su influencia. Saber oír para ejecutar.
Sujeción: Tiene que ver con estar amarrado, unidos en un corazón. La sujeción elimina la racionalidad, es decir, la capacidad de pensar. Hace que deje de ser hombre (en sentido humano y no de genero), para de esta manera vivir ejecutando lo que otro ordena.
“Subiectio” – (etimología) – acción de controlar un cuerpo u objeto, para que no se caiga o no se mueva.
Sumisión: Directamente nos habla de rendir nuestra voluntad.
No hay resistencias que perduren en el tiempo cuando aprendemos a oír correctamente.
Saber oír, es el principio de una gestión de vida saludable para la Iglesia.
Cuando oímos bien, ejecutamos bien.
Siempre me llamó la atención de aquello que el autor a los Hebreos escribe en su carta diciendo que:
Hebreos 5:8 RV60 “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia…”
Entiendo que todo padecimiento te enseña a oír bien; porque en medio de la aflicción no puedes darte el lujo de oír mal.
Este es el Hijo que aprendió a obedecer. Quién además para venir a la tierra, tuvo que renunciar a todo estatus y privilegio. Despojándose de privilegios, aprendió obediencia, es decir, aprendió a ver y a oír correctamente al Padre para no fallar en su gestión de vida.
Es por esta razón que las escrituras nos transmiten sus misma palabras diciendo: “no hago nada por mi propia cuenta…”
Obedecer es perder la capacidad de hacer algo por cuenta propia.
Juan 14: 9-11 NTV 9 Felipe, ¿he estado con ustedes todo este tiempo, y todavía no sabes quién soy? ¡Los que me han visto a mí han visto al Padre! Entonces, ¿cómo me pides que les muestre al Padre? 10 ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo digo no son mías, sino que mi Padre, quien vive en mí, hace su obra por medio de mí. 11 Solo crean que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; o al menos crean por las obras que me han visto hacer.
No hay otra forma de vivir si queremos que en todo lo que hagamos el Padre sea visto: una vida en donde nada hago por mi propia cuenta.
“Las palabras que yo les digo no son mías…” esta debería ser la señal mas grande de la Iglesia: no hablar nada personal.
El personalismo, individualismo y la subjetividad nos conducen día a día a una vida llena egolatría en donde el único adorado somos nosotros mismos. Nos encanta hacer alarde de lo que pensamos y nos jactamos de las palabras que pronunciamos. Sin embargo esas palabras carecen de vida muchas veces, porque sencillamente decimos y pronunciamos palabras que Dios nunca habló.
Juan 5: 19-20 NVI 19 Ciertamente les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su Padre hace, porque cualquier cosa que hace el Padre, la hace también el Hijo. 20 Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que estas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados.
Quien fue traspasado por la cruz, es alguien que experimenta el desarrollo de la obediencia en su interior, perdiendo así la capacidad de ejecutar asuntos por cuenta propia, ¿Porqué? Porque aprendió a oír y a ver correctamente.
Así como el hijo “se hizo obediente” (Filipenses 2:8), así la iglesia vive y expresa a Dios.
Hemos sido bautizados en una vida tan asombrosa que no podemos escapar de oír y ver al Padre. Verle, contemplarle y oírle es lo que nos lleva a una vida descontrolada para el primer Adán, pero a la misma vez, una vida bajo el absoluto control del espíritu para el postrer Adán.
Ser iglesia es vivir con la “cuenta propia” cerrada. La nitidez con la que expresaremos a Dios, tiene que ver con nuestra capacidad de ver y oír correctamente.
Ser iglesia es vivir con la “cuenta propia” cerrada.
Algunos puntos a tener en cuenta:
- Toda obediencia a Dios siempre nos conducirá a la perfección y madurez del alma.
1 Pedro 1:22 RV60 «Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad…”
Limpiar nuestra alma de sentimientos y/o sensaciones que son contrarias al deseo de Dios, tiene que ver con el sometimiento a la voz de Dios.
La ejecución de lo que veo y oigo del Padre es lo que purifica un alma viciada de resistencias.
Es entonces que la voz de Dios y su belleza nos disciplinan, nos perfeccionan, porque al ejecutar aquello que de él vemos y oímos, limpia y elimina los estorbos internos.
- Toda obediencia siempre se hace notoria, es decir, nunca queda en el anonimato.
Romanos 16:19 RV60 “Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros…”
Pablo aquí hablando de aquello que causan divisiones y confusiones. Personas que vivían para sus propios vientres. Sin embargo, los hermanos de Roma se mantenían firmes en una vida sensible y obediente a Dios.
Toda obediencia lleva a que otros glorifiquen a Dios.
Es muy sencillo decirle a las personas lo que deben hacer para con Dios (glorificarle, ser agradecidos, etc.). Sin embargo el desafío no esta en decir lo que otros deben hacer, sino provocar con nuestra manera de vivir la glorificación a Dios.
El evangelio al que muchos le llaman “práctico”, es el real evangelio. Digo esto porque no existe un evangelio “no práctico”, de lo contrario sería una religión. El evangelio es una naturaleza interna que nos conduce a una expresión externa. Sin embargo debemos tener cuidado a la hora de imponer ciertas “practicas” que deben brotar de un corazón puro, maduro y desarrollado; no sea cosa que le estemos imponiendo cargas de adultos a niños en Cristo y/o neófitos.
Ahora bien, esta naturaleza, al desarrollarse, expresará fielmente a Dios. Dicha naturaleza debe ser despertada no mediante imposiciones, sino mediante una impartición de vida y un modo de vivir de aquellos que estamos caminando hace un tiempo en obediencia a Su voluntad.
Cuando lo practico se vuelve algo que debo hacer, y no algo que debo ser, se pierde la esencia pura del evangelio.
Son muchas las personas que se preocupan por anunciar un “evangelio practico” (como si existiría un evangelio no practico). Debemos aprender a descansar y también a expresar correctamente la vida de Dios, porque es esta la manera en la que los demás verán y estarán ansiosos por también desarrollar lo que nosotros desarrollamos.
Un “evangelio practico” tiene que ver con disciplina. La rama del árbol se vuelve “practica” porque permanece y también porque es podada, rindiendo así al labrador.
Observemos estos pasajes:
2 Corintios 9: 12-13 NVI 12 Esta ayuda que es un servicio sagrado no solo suple las necesidades de los santos, sino que también redunda en abundantes acciones de gracias a Dios. 13 En efecto, al recibir esta demostración de servicio, ellos alabarán a Dios por la obediencia con que ustedes acompañan la confesión del evangelio de Cristo, y por su generosa solidaridad con ellos y con todos.
Que nuestra vida sirva para que otros desarrollen una vida de glorificación a Dios.
Podemos optar por decirle a la gente que glorifique a Dios, o podemos ser instrumentos que conduzcan a que otros glorifiquen a Dios. En muchas ocasiones habla mejor lo que somos que lo que decimos.
Cuando nuestra obediencia acompaña nuestra confesión, no faltará glorificación en esta generación.
Mateo 5:16 TLA De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.
Por favor, para nada quiero anular las palabras… lejos de mi eso. Pero tampoco caigamos en la falta de equilibrio, haciendo que la vida de Dios en los demás dependa de lo que podemos decir.
Nuestra conducta debe enseñar obediencia a Dios y esa enseñanza conduce a que mis hermanos desarrollen al perfecta alabanza.
Nuestra obediencia alumbra, corrige, exhorta, inspira y provoca la perfecta alabanza. Aseguramos esto porque bien sabemos que la luz que portamos no es personal, ni brilla por méritos propios, sino que es su gracia y vida en nosotros bendiciendo a los demás.
La cruz nos hizo naturalmente obedientes.
1 Pedro 1: 2 NTV Dios Padre los conocía y los eligió desde hace mucho tiempo, y su Espíritu los ha hecho santos. Como resultado, ustedes lo obedecieron y fueron limpiados por la sangre de Jesucristo.
El propósito de aquella cruz, fue volvernos obedientes. Una generación que sabe oír y ver para ejecutar con fidelidad Su deseo eterno.
Nos conocía, nos eligió y nos santifico PARA una vida de obediencia.
Por esta razón hemos decidido rendir nuestra voluntad, eliminando resistencias mediante una voz de amor que disciplina, anulando nuestra racionalidad, bautizándonos así en la mente de Cristo.
Él nos absolvió por completo. En su gracia vivimos. En él nos movemos. Nuestra mente fue anulada para la obediencia a Cristo. De esta manera viviremos una vida sin subjetividad, sino por el contrario una VIDA OBJETIVAMENTE ETERNA.
Somos una generación que no solo proclama la eternidad de Dios, sino aquella que expresa con fidelidad todo lo que ve y oye del Padre.
Obediencia no es lo que hacemos. Obediencia es lo que somos por gracia.