Vivimos una temporada en donde hay un fuerte énfasis en aquello que no solo sabemos lo que somos, sino en aquello que mostramos y manifestamos.
Nunca dejaremos de proclamar la victoria eterna de la cruz, pero tampoco dejaremos de manifestarla.
Colosenses 1:15-20 NTV 15 Cristo es la imagen visible del Dios invisible. Él ya existía antes de que las cosas fueran creadas y es supremo sobre toda la creación 16 porque, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por medio de él y para él. 17 Él ya existía antes de todas las cosas y mantiene unida toda la creación. 18 Cristo también es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo. Él es el principio, supremo sobre todos los que se levantan de los muertos. Así que él es el primero en todo. 19 Pues a Dios, en toda su plenitud, le agradó vivir en Cristo, 20 y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas. Hizo la paz con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la sangre de Cristo en la cruz.
Siempre que hablamos de “tener a Cristo” nos encerramos mucho en aquello que él provoca en nosotros; y si bien esto no esta mal, no obstante seguimos con una mirada individual de Su presencia en nosotros.
Él es la imagen Divina que puede ser vista. Parece una obviedad, pero no lo es. Cuando montamos un andamiaje de obviedades, somos conducidos a una vida de apatía, en donde escasea (o falta) el respeto, la admiración y la profundidad de aquello que señalamos como una obviedad.
Hay una imagen interna, la de nuestro corazón, que es mudada y cambiada. Sin dudas ya no somos los mismos desde que Cristo se ha vuelto nuestro Señor y Salvador, pero esa imagen interna —que es la imagen del postrer Adán— (1 Corintios 15:45) va absorbiendo todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— para que el mundo pueda verle a él.
Fuimos salvados para ya no ser vistos nosotros, sino para que en todo lo que somos y hagamos, sea él en nosotros y por nosotros.
Ser salvos, es un cambio de imagen. Ya no nos representamos a nosotros mismos; ahora somos representantes de un reino inconmovible.
La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué provoca en los demás el hecho de que yo tenga a Cristo?
Mi respuesta será muy sencilla. Si bien tener a Cristo genera una experiencia extraordinaria en nosotros, también esto debe ser experimentado por aquellos que me rodean. Porque si tener a Cristo, y vivir en Su presencia solo trae cambios personales, lo que hemos recibido quizás sea un credo, una frase aprendida, algún sentimiento fuerte, o algún tipo de pasión efímera.
TENER A CRISTO es portar la MISMA IMAGEN DE DIOS.
Esta imagen, refleja solo su vida, su orden y su justicia.
Por lo tanto, no solo hablamos de aquello que él produce en nosotros, comenzando con un contundente traslado a Su Realidad, es decir, a Su Presencia, sino que ademas, él toma dominio y gobierno de nuestras vidas para mostrarse fielmente al mundo. Porque de esta manera el mundo creerá que Jesucristo es el enviado de Dios.
Esta unidad de la que habla Jesús, es una unidad que viene a traer resultados de visión. Dios siempre necesitó un envase para mostrarse al mundo. El primer envase fue conocido como Jesús -Emanuel Dios con nosotros- el segundo envase es La Iglesia, en la cual Cristo es la cabeza.
Haber sido trasladados a Su presencia, es ser Iglesia; no solo para un disfrute eterno e interno, sino para hacer visible lo invisible.
Dios es visto a través de Su Iglesia; Dios es visto a través de ti y de mí.
¿Ustedes pueden darse cuenta que este asunto no es solo posicional sino también funcional?
En Cristo no solo tenemos posición, sino también función.
Nuestra función eterna es ¡que él sea visto!
- Si en lo que hacemos él no es visto, nuestra vida es vana.
- Si en aquello que hago él no se da a conocer, nuestra vida carece de sentido.
- Si lo que desarrollo y gestiono en esta tierra no despierta hambre, interés y pasión por su voluntad, nada somos.
¿Porque tan radical lo que les comunico? Porque la imagen que portamos también la conocemos como amor.
Cuando Pablo le escribe a los Corintos en la primer carta, allí en el capítulo 13 les habla sobre el sinsentido de la vida, cuando aquello que hacemos carece de su imagen y esencia.
1 Corintios 13:1-3 NTV 1 Si pudiera hablar todos los idiomas del mundo y de los ángeles pero no amara a los demás, yo solo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena. 2 Si tuviera el don de profecía y entendiera todos los planes secretos de Dios y contara con todo el conocimiento, y si tuviera una fe que me hiciera capaz de mover montañas, pero no amara a otros, yo no sería nada. 3 Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada.
El amor antes de un HACER es un SER. Es decir, yo no amo cuando hago algo, sino cuando muestro a alguien (cuando hacemos visible lo invisible).
Amar es mostrar a Dios. Amar al mundo es que en cada acción hagamos visible al Dios invisible.
Ha llegado al hora de amar al mundo. Ha llegado la hora de amar nuestro hogar, nuestra familia, nuestra tierra, nuestro lugar de trabajo.
No se ama proclamando. Se ama manifestando.
Cuando proclamamos su obra, lo que hacemos es encender un luz que rompe las tinieblas, que disipa la oscuridad. Pero cuando manifestamos, haciendo visible al Dios invisible, el mundo y todo lo que en él hay, es profundamente amado.
No dejes de proclamar, pero tampoco te olvides de manifestar.
Lo que proclamas habla de tu posición, lo que manifiestas habla de tu función.
Romanos 11:36 RV60 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Romanos 11:36 NVI Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén.
Todo viene de él: Nos habla de nuestra posición y procedencia. Nada hacemos que no proceda de él. Ser Iglesia es hacer lo que de él procede. No hablamos por nuestra cuenta, nada hacemos según nuestro parecer y corazonada… esta posición nos volvió sensibles a Su corazón. Nuestro accionar es como aquello que manifestó Jesús diciendo:
«No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” (Juan 5:19)
Respetaremos todo lo que de él venga y viviremos una vida limitada a todo aquello que Dios hace y dice.
Todo es por él: Nada del primer Adán puede colaborar para que él sea visto. Todas nuestras habilidades humanas son y serán siempre corruptas. Tal como lo dice Pablo a los Corintos:
“…la corrupción no puede heredar la incorrupción…” (1 Corintios 15:50)
No existe nada competente en nosotros, sin embargo, este traslado nos hizo competentes. Ahora podemos decir que portamos un paquete de competencias divinas, otorgadas en Su Cruz, que nos habilita a ser colaboradores en Su reino y nos permite trabajar en el progreso y en el avance del Evangelio.
Todo es por él, porque estamos saturados de Gracia y de Verdad. Y cuando su Gracia y Su verdad saturan a una generación, siempre habrá Gloria que pueda ser vista (Juan 1:14).
Todo es para él: la palabra “Para” indica y señala propósito. El propósito es ser una constante ofrenda a Dios. Nada de lo que hacemos es para un avance personal. Aquí no hay intereses privados, ni conveniencias individuales.
Que todo sea para él, significa que el beneficio de lo que hacemos es corporativo y no personal.
Que todo sea para él, habla de la vida que hemos elegido vivir: una vida de sacrificio vivo, santo y agradable… porque hemos entendido que nuestra vida es un constante culto al Señor.
Amados hermanos, antes de cerrar esta segunda parte, debemos decir lo siguiente:
- Dios nos salvó para que él pueda ser visto.
- Todo lo que Dios salva lo ordena.
- El desorden no es otra cosa, que la fuga de energía. Es decir, utilizamos la vida que tenemos para nuestros propios intereses.
- El desorden, es la gestión de aquello que nunca se me pidió hacer, y es esa gestión la que me conduce a la pobreza integral (no solo financiera).
- Dios nos ordena mediante el discipulado, porque el orden, es aquello que provoca la salvación en nosotros, entendiendo que la salvación de Dios es cotidiana y progresiva. Somos salvos todos los días, salvos de nosotros mismos para que él sea visto.
¿Cómo somos ordenados? Por medio de la palabra que es espíritu y vida.
Toda palabra que sale de la boca de Dios, hace una clasificación en nuestro mundo interno, para luego limpiar, desechar y perfeccionar todo aquello que ha sido depositado por Dios.
Continuaremos…
2 comentarios
Pastor Julián, que tremenda enseñanza.
Es de mucha ayuda y trae luz a mí entendimiento. Le bendigo.
Gracias René! bendiciones!